lunes, 16 de abril de 2018

Perder una batalla, o perder todo lo que pensàbamos que poseìamos, nos trae momentos de tristeza. Pero cuando èstos pasan, descubrimos la fuerza desconocida que existe en cada uno de nosotros, la fuerza que nos sorprende y aumenta el respeto que tenemos por nosotros mismos.
Miramos a nuestro alrededor y nos decimos: “Yo sobrevivì” y nos alegramos con nuestras palabras.
Sòlo aquellos que no reconocen esa fuerza dicen: “Yo perdì” y se entristecen.
Otros, aùn sufriendo por la pèrdida y humillados por las historias que los vencedores cuentan sobre sì mismos, se permiten derramar algunas làgrimas, pero nunca sienten làstima de sì mismos. Sòlo saben que el combate fue interrumpido y que en ese momento estàn en desventaja.
Escuchan los latidos de su corazòn. Se dan cuenta de que estàn tensos. De que tienen miedo. Hacen un balance de su vida y descubren que, a pesar del terror que sienten, la Fe sigue incendiando su alma y empujàndolos hacia adelante.
Procuran saber dònde se equivocaron y donde acertaron.
Aprovechan el momento en que estàn caìdos para descansar, curar heridas, descubrir nuevas estrategias y equiparse mejor.
Y llega un dìa en que un nuevo combate toca a su puerta. El miedo sigue allì pero ellos necesitan actuar, de lo contrario permaneceràn para siempre acostados en el suelo.
Se levantan y encaran al adversario, recordando el sufrimiento
que vivieron y que ya no quieren vivir màs.
La derrota anterior los obliga a vencer esta vez, ya que no quieren pasar de nuevo por los mismos dolores. Y si la victoria no ocurriera esta vez, ocurrirà la pròxima. Y si no fuera la pròxima, serà màs adelante.
Lo peor no es caer, es quedar preso en el suelo.
Sòlo es el derrotado quien desiste. Todos los demàs son vencedores.
Y llegarà el dìa en que los momentos difìciles seràn sòlo historias que
contar, orgullosos, a quienes quieran escucharlas. Y todos las
escucharàn con respeto y aprenderàn tres cosas importantes:

A tener paciencia para esperar el momento adecuado para actuar.
A tener sabidurìa para no dejar escapar la pròxima oportunidad.
Y a sentirse orgullosos de sus cicatrices.

Extracto de “El Manuscrito encontrado en Accra” Paulo Coelho

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